miércoles, 20 de agosto de 2014

Obsesión

Es una blasfemia para la muerte
erigir una ciudad de los cadáveres y los escombros.
No puede un brazo mutilado tornarse en un obelisco.
Los árboles no precisan de la dureza de los huesos.
De la sangre no manan sonrientes pájaros,
ni diminutas caravanas de juglares,
y en la noche, los ojos sin vida
no son espirales de luciérnagas iluminando los senderos.

Sobre el viciado asfalto yace el cadáver de un hombre:
Ni mariposas ni vapores coloridos brotan de él.

Remedios Varo

lunes, 18 de agosto de 2014

Isla

Bajo la arena, húmeda y cobriza,
está mi hogar.

Medusas radiantes son mis ojos,
algas crispadas forman mi cabello,
recios mangles son mis piernas,
y mis brazos, anguilas cimbreantes.

Mi nombre es esta isla pronunciada por delfines.
Mis labios son un sendero buscado por las gaviotas.
Mi alma, el arrecife de coral
que se extiende bajo el vaivén de la memoria.

Soledad con sombrero, Alicia de la Campa Pak

viernes, 15 de agosto de 2014

Destino

Pronto olvidaré el mar y sus cuevas,
los fosos insondables donde muere el rumor del colibrí.

También olvidaré el metal y el asfalto,
la inmensidad de brea que anega la hierba.

Olvidaré la tormenta y los escombros,
los fragmentos en el temblor de la memoria.

Olvidaré el trance de los puentes y los confines,
el alba y el crepúsculo.

Y en esa plenitud de olvido,
procuraré restaurar lo que aún palpita.

La llamada, Remedios Varo

domingo, 20 de julio de 2014

Carpe diem

Ella permanece en una vigilia
guarecida en el abismo de su piel.
Su noche ha durado cincuenta años
y ha olvidado como es vestirse
asistida por los brazos del sol de la mañana.

Cuando amanece,
ella teje un escondrijo con los hilos de su cabello.
Desciende por una lianas delgadas
y por una escalera de rosas y granito,
sin percatarse de la espesura en la que se adentra.

Sella con cera herviente sus labios
y vacía sus hermosos ojos castaños.
Graba su nombre sobre un ataúd de lama grumosa;
como una emperatriz atareada
que prepara antes del atardecer
la ceremonia de su muerte.

Al final de cada año, ella mira a través de una fotografía
colgada en un espejo
su cabellera de los ochentas sin tintes ni aromas quemantes,
sus manos sin heridas ni arrugas penosas, 
sus pies albinos e inmóviles sobre el asfalto
que desde entonces amenazaba 
en convertirla en una terrible oscuridad.

Les feuilles mortes, Remedios Varo

lunes, 2 de junio de 2014

Fosas clandestinas

El arqueólogo cuelga de una polea hacia el centro de una ruina sombría.
Su vocación por explorar lo ha llevado hasta un espectáculo siniestro,
que ni el cine ni el narcótico más potente
podrían concederle en esa noche, que en lugar de estrellas, tiene luces de linternas.

El arqueólogo desciende,
mientras tierra armoniza la melodía que antecede a las tragedias.
Sus notas estallan en piedras grabadas con las quimeras de un país futuro.

La primera lluvia del invierno descubrió las caderas de una mujer,
que en verdad era una niña que empalmaba sus pasos imprecisos
con los zapatos de tacón que su padre ahora identifica,
y que aún los mira con desdén.
Junto a ella,
dos cráneos se disputan la edad que perdieron
y los pensamientos -cada vez menos humanos- se les desprenden
como gajos de piel.

El arqueólogo aún no advierte su descenso hacia el inframundo;
él sabe de pinturas rupestres en cuevas,
sabe del problema del Marihua Rojo 
y de la profundidad de una grieta de polillas en un libro proscrito.
Ahora sabe de la barbarie:
Descubre el presente de un país
gobernado por la locura ominosa de la muerte.




domingo, 1 de junio de 2014

Legado

A mi Única Luna; mi legado, hija, es el más terrible.

El remolino que deambula en la palma de mi mano,
te será entregado la inquietante noche de mi muerte.
Tendrás a la tormenta y el relámpago surgiendo de vos.
Decidirás entre la catástrofe y el rocío para la siembra.
Las nubes se formarán en tu boca
y, cada día, las espirarás hasta el cansancio.
Las personas correrán tras la estela de tus luminosos dedos;
creerán en una vida que no acaba
y confundirán la ciudad con el infierno.
Las aves migrarán de las heridas 
a los pliegues de tu palma, y ahí anidarán, sombrías.
Formarás nuevos ríos y acuosos seres.
Y una noche, también, todo empezará a desvanecerse 
y sabrás que el remolino es el principio de la vida,
y tu mano
el final de lo terrible.   



viernes, 18 de abril de 2014

Reflexión mundana

A mi madre, porque la nostalgia no le es exclusiva.

Viajar por el mundo.
Mirar desde un asfalto nuevo hacia la noche nebulosa
y descubrir a Casiopea con su mismo resplandor
pero distinta, es muy sencillo.
Basta con acumular desvelos en una alcancía.
Basta con almacenar el suspiro inconforme
y hacer de los sueños, la faena cotidiana.

Ahora conozco el mundo.
Una plaza está siendo diseñada con el batir de mis pestañas.
Las casas de las provincias, pueblos y capitales
se aglomeran prontas para ser estampas.
Las monedas surten estrepitosas desde mis palmas.
Los portales y teatros se acuestan sobre un álbum antiguo.
Con mi mano toco el agua de todas las fuentes,
y el paso de un ave
como la sombra de una turba de bombarderos
nubla el firmamento.

Conozco el mundo.
Sé de las personas que sellan sus labios para no maldecir,
de las que conciben injurias en lugar de hijos hermosos,
de las que usan tacones tan altos
que sus cabelleras pajizas se enredan en las turbinas de los aviones
hasta que pierden la razón.
Sé de los lamentos también,
de cómo los latidos se entrecortan con la miseria y la guerra,
de cómo los narcóticos abaten las noches
con sus huestes multicolores.
Sé de los museos insólitos de Oriente,
de las leyendas en vocablos antiguos,
de los templos erigidos para deidades malignas,
así como de los congresos y los gobiernos.

El mundo cuelga de mi cuello:
es un relicario forjado en las brasas del universo
que cada día esculpo
en el centro de mi mano.

miércoles, 16 de abril de 2014

Puntos de escape

Un horizonte tenue se ensanchará encima de los satélites
y sobre él se volcará tu esplendor humano
después de pender de las oquedades celestes
que nos sueltan
y nos dejan a merced del polvo y las simas.

Y cuando caigas y tu cuerpo quede vaciado,
como un amuleto quebrado que pierde su facultad de amparo,
navegarás sobre una laguna apacible
hasta llegar al principio del inframundo.

Mientras tanto,
el universo rechina con la furia de los silbatos,
y se ennegrece con la salida del sol.
Tu realidad se estrella en las palmas de mis manos,
que situadas en el infinito,
son los oráculos en los que tu andar queda atrapado
como en un espejo.
Hay un museo desierto junto al museo desierto de la alameda;
una terraza baldía junto a la terraza baldía en la que se despliegan
nuestros orbes;
hay un perro sin amo junto aquel perro sin amo
que merodea en la basura al anochecer.

Estás en dos sitios a la vez: te proyectas de mi silencio
hacia tus silenciados puntos de fuga.

Puntos de fuga
Fotografía tomada de http://hevidi.wordpress.com/

lunes, 14 de abril de 2014

Accidente vial

El asfalto le engulle en la plenitud del día.
Sus sandalias son nuevas sobre la vejez de la brea y la tierra.
Sus talones, esponjas blancas,
huyen del aceite que vierten los autos sobre la carretera
y del infierno lijoso que en ella se abre.
Una bocina insiste en gritar su nombre
y le convida adonde la negrura gobierna
y la memoria se ensombrece
con el dolor que se extiende sobre la acera.
La sangre deshace sus huellas al instante en que se voltea a buscarlas.
El sol es un eclipse que mutila los ojos de quien le mira
y las nubes, como telones opacos,
encierran pájaros y tormentas.
El tiempo es parecido a la muerte: perenne y llano,
y la llovizna que anticipa un diluvio
sabe a sidra de manzanas,
en el principio de una fiesta.

sábado, 12 de abril de 2014

El extranjero

Llegó a una ciudad cuyo verano se extendía por años.
En sus calles, los lagartos eran estatuas cubiertas de un moho impenetrable.
Perros mortecinos seguían a los transeúntes
y éstos huían
y fragmentaban con sus rostros perlados de sudor
los hatajos vibrantes de moscas y de mosquitos.

La ciudad y su verano implacable le recibieron por la noche,
con el talante de una tolvanera ante un forastero que se emplaza.

No era él, en aquel tiempo,
un viajero intrépido avanzando de frente y sin retorno
por cada paraje mundano que se le antojaba o permitía.
Era, más bien, un vagabundo
que llevaba consigo, adherido a su memoria,
la gelidez de un invierno.

Y como si fuese rastreable la tundra
le cercaron los coyotes, libélulas y culebras.
Le horadaron el rostro con sus colmillos y aguijones.
En una pila amplísima, le vaciaron
y se volvió como un lago rodeado de montañas
que eran los niños y los ancianos.
Los hombres se desvistieron y mojaron sus espaldas.
Las mujeres acarrearon en cántaros todo lo que pudieron.
Desde los picos de las aves, la ciudad fue regada
y la maleza sucumbió al verdor.

Su cuerpo fue arrojado en el páramo.
Sus ojos aún abiertos vieron las nubes de una tormenta.
Y luego,
como en un renacimiento,
el alba le acogió en un bautismo de fulgor.

miércoles, 9 de abril de 2014

Xonaxi Belachina

Sexto presagio funesto: Muchas veces se oía, una mujer lloraba;
iba gritando por la noche; andaba dando grandes gritos:
-¡Hijitos míos, pues ya tenemos que irnos lejos!
Visión de los vencidos. Relaciones indígenas de la conquista.
Miguel León Portilla


Antes de que se tendieran las brasas y la sangre sobre tu efigie
en el templo de la muerte,
fuiste una madre soberbia, impúdica y tenaz
que calcó en la frente de sus hijos
la congoja de la guerra.

Así mutaste en la travesía del bosque:
El canto de la lechuza fue la obertura tremenda.
Tus manos crecieron como serpientes
de cuyas lenguas brotó un río carmesí.
El jaguar huyó del cubil y endechó frente a su ribera.
El venado saltó presuroso hacia la profundidad de su torrente.
Y en su movimiento perpetuo, el de tu alma en un remolino,
el murciélago se extravió.

Así mutaste en la eternidad de la inmundicia:
En tu vientre se asentaron miles de percebes blancos.
Gaviotas te hilvanaron un ropaje tan diáfano que se supo de tu piel quemada
por la hogueras que conducen al inframundo.
Tus ojos huyeron de tu rostro hacia una esfera de luciérnagas.
Arañas plomizas te tejieron un velo para cubrir tus cuencas vacías.
Tu melena se alargó hacia las cavernas 
y en ella trepó la oscuridad.

Así mutaste en la travesía de los templos:
Te volviste mito de luz en la negrura,
y tu llanto se volvió el canto de la sombra.
Madre, diosa y leyenda.

Xonaxi Belachina, Xonaxi Quellacua
Deidad de la muerte, el inframundo y la lujuria
Ilustración de Eduardo Karkemish

lunes, 31 de marzo de 2014

Acto fallido

Desde muy joven sé que la distancia
es el velo oscuro de la incertidumbre,
que cuando alguien se marcha
la negrura va poblando cada tramo que se avanza;
los escarabajos se agolpan en los caminos como piedras.
El aceite de los furgones anega las avenidas.
Los atajos y senderos se vuelven puentes corroídos
sobre avernos tremendos.
Y por más que intente retornar por el mismo camino,
estatuas de sal quedan en lugar de pasos
hasta que el viajero es solo ese aliento
que inicia las más temibles tolvaneras.