erigir una ciudad de los cadáveres y los escombros.
No puede un brazo mutilado tornarse en un obelisco.
Los árboles no precisan de la dureza de los huesos.
De la sangre no manan sonrientes pájaros,
ni diminutas caravanas de juglares,
y en la noche, los ojos sin vida
no son espirales de luciérnagas iluminando los senderos.
Sobre el viciado asfalto yace el cadáver de un hombre:
Ni mariposas ni vapores coloridos brotan de él.
Remedios Varo |