miércoles, 9 de abril de 2014

Xonaxi Belachina

Sexto presagio funesto: Muchas veces se oía, una mujer lloraba;
iba gritando por la noche; andaba dando grandes gritos:
-¡Hijitos míos, pues ya tenemos que irnos lejos!
Visión de los vencidos. Relaciones indígenas de la conquista.
Miguel León Portilla


Antes de que se tendieran las brasas y la sangre sobre tu efigie
en el templo de la muerte,
fuiste una madre soberbia, impúdica y tenaz
que calcó en la frente de sus hijos
la congoja de la guerra.

Así mutaste en la travesía del bosque:
El canto de la lechuza fue la obertura tremenda.
Tus manos crecieron como serpientes
de cuyas lenguas brotó un río carmesí.
El jaguar huyó del cubil y endechó frente a su ribera.
El venado saltó presuroso hacia la profundidad de su torrente.
Y en su movimiento perpetuo, el de tu alma en un remolino,
el murciélago se extravió.

Así mutaste en la eternidad de la inmundicia:
En tu vientre se asentaron miles de percebes blancos.
Gaviotas te hilvanaron un ropaje tan diáfano que se supo de tu piel quemada
por la hogueras que conducen al inframundo.
Tus ojos huyeron de tu rostro hacia una esfera de luciérnagas.
Arañas plomizas te tejieron un velo para cubrir tus cuencas vacías.
Tu melena se alargó hacia las cavernas 
y en ella trepó la oscuridad.

Así mutaste en la travesía de los templos:
Te volviste mito de luz en la negrura,
y tu llanto se volvió el canto de la sombra.
Madre, diosa y leyenda.

Xonaxi Belachina, Xonaxi Quellacua
Deidad de la muerte, el inframundo y la lujuria
Ilustración de Eduardo Karkemish

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